NUESTRO CUERPO ES TEMPLO DEL DIOS VIVIENTE

“…Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” Lucas 19:46 

 

¡Es impresionante la obra que el Espíritu Santo hace en la vida de una persona, que recién le ha recibido! Yo, siempre lo comparo con una casa, a la cual, ha llegado Jesús y se le ha dado la libertad para que Él sea quien decide lo que se hará en aquella casa. Si Él decide cambiar los muebles, saca los muebles viejos y pone unos nuevos; Él decide cambiar las cortinas de la sala y pone unas, muy lindas, que combinan con los muebles. Decide también, cambiar los muebles de la cocina; saca los muebles viejos y pone unos hermosos y así, comienza a darle un nuevo brillo a la casa, para dejarla “preciosísima”. ¡Eso es lo que El Espíritu Santo hace en la vida de una persona, que recién ha nacido de nuevo!, y que ha hecho a Jesús su Señor y Salvador. A este proceso de cambio en la vida de una persona, que ha puesto su fe en Cristo, se le llama: REGENERACIÓN, “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). 

 

Vamos a ver una analogía, con la llegada de Cristo al templo y la llegada del Espíritu Santo a nuestra vida, tomando el texto de Lucas 19:45-47. 

 

La primera frase que aparece en el versículo 45 es: “Y entrando en el templo”. Describe cuando Jesús hace Su entrada triunfal en Jerusalén, dentro de la ciudad. Este versículo, nos narra el momento en que entra al gran templo de Herodes, y como lo describe la Biblia, el pueblo le dio la bienvenida a Jesús como Rey, como el Mesías; así que, lo podemos comparar con el momento en que nosotros “le dimos la bienvenida al Espíritu Santo a nuestra vida”, es decir, el momento de nuestra conversión. Dice la Palabra de Dios, que nosotros somos “templo de Dios”, pues habita el Espíritu Santo en nuestro cuerpo. Así como fue de literal que Cristo entró en el templo, así es literal que el Espíritu Santo entró a nuestro ser, cuando recibimos el sacrificio de Cristo en la cruz, para el perdón de nuestros pecados; haciéndole nuestro Señor y Salvador. Esa fue la gran experiencia de nuestra salvación y le llamamos el “Nuevo Nacimiento”. Debemos entender, que la vida del cristiano, no es una modificación o mejora de la antigua; sino, una transformación de su naturaleza. ¡Donde se efectúa una muerte al “yo” y al pecado, se produce una vida enteramente nueva! Este cambio puede ser efectuado, únicamente, por la llegada del Espíritu Santo a nuestro ser. 

 

Siguiendo la línea del texto que estamos estudiando, dice: “Comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Lucas 19:45-46). Nuestro Señor Jesucristo les está enseñando que el templo tiene ya un propósito, que es: “casa de oración”, así, nuestro “templo”; también tiene un propósito y es para que honremos y glorifiquemos a Dios en nuestra vida, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.  En este pasaje, aprendemos que nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, tiene un propósito, el cual, es: glorificar a Dios. Así como Jesús “echó fuera del templo” a los que vendían y compraban, así mismo, nosotros debemos de “echar fuera de nuestro cuerpo”, todo aquello que no es para la gloria de Dios. A veces, creemos que Dios, Él Padre, no puede estar en presencia del pecado, pero, se nos olvida que Dios, Espíritu Santo, está dentro de nosotros y que tampoco debemos exponerlo al pecado.  Sin embargo, algunos Lo obligan a estar presente cuando mienten, cuando permiten la envidia en su corazón, cuando juzgan a los demás. Cuando dejan crecer el orgullo y la arrogancia en su corazón, hacen que el Espíritu Santo esté cerca del pecado, así que, Lo obligan a estar delante de sus actividades sucias o cuando son indiferentes a la oración y a la Palabra de Dios. Ahora, no es Jesús, sino, el Espíritu Santo quien está expulsando estas cosas de nuestro cuerpo, porque lo hemos convertido en “un centro de pecado”, como aquellos lo convirtieron en cueva de ladrones. ¡Nuestro cuerpo es para honrar y dar gloria a Dios! Algunos lo hemos llenado de “grasa”, hay que echar fuera la grasa; otros, en “un centro de belleza y atracción”, tampoco es para andarlo exhibiendo; hay que echar fuera estas actitudes. Otros lo han convertido en “un centro de enfermedades” porque no lo cuidan, hay que echar fuera esta negligencia. Otros, en “un centro de adicciones dañinas”, hay que echar fuera las adiciones; otros lo han convertido en “un centro de inmoralidad”, hay que echar fuera la inmoralidad. No podemos arrodillarnos delante de un ídolo, pero, eso hacemos cuando el pecado toma control de nuestra vida, de nuestro cuerpo; hacemos que el templo de Dios se postre así como al diablo le gusta. Esto también hay que echarlo fuera. Algunos cristianos dicen: “Yo puedo hacer lo que se me dé la gana con mi cuerpo, porque es mío”; pues déjame decirte que: ¡si tienes al Espíritu Santo en ti, tu cuerpo ya no te pertenece, sino, ahora, es propiedad de Dios! 

 

Continuando con la analogía del texto, encontramos lo siguiente: “Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole” (Lucas 19:47-48). Acá, tenemos dos reacciones a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo; los sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo lo querían matar; el pueblo mismo estaba muy atento escuchando las enseñanzas de Jesús, así mismo, nuestra naturaleza carnal no quiere escuchar, ni mucho menos, obedecer las enseñanzas de la Palabra de Dios y por el contrario, nuestro espíritu anhela Su palabra y la recibe como si fuera miel. La decisión de quien tendrá la autoridad para desechar la Palabra de Dios o buscarla con gran deseo, te corresponde a ti, ¡Tú eres el único que decide si te apartas de la Biblia o te acercas a ella!  Si te apartas de ella, serás como un fariseo que vela sólo para complacer su carne, y no le dará lugar al Espíritu para que se alimente; de esta decisión, depende tu crecimiento espiritual y tu fortalecimiento de la fe, para llegar a ser un cristiano maduro que agrada a Dios. 

 

Si tú quisieras ser lleno del Espíritu Santo ¿Qué cosas crees que Él expulsaría de tu vida? 

¿Cómo estás cuidando el templo de Dios? 

¡Pídele a Dios fuerzas para Honrarlo con tu cuerpo! 

Si tú nunca has tomado la decisión de recibir el sacrificio de Cristo en la cruz, para el perdón de tus pecados, lo puedes hacer hoy a solas tú y Él. ¡Si se lo pides, Él entrará y hará un proceso de generación en toda tu vida! 

Pastor Nelson Reynaldo Pérez

Director Gral. Cinco E Internacional

www.cincoe.org


 

 

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