LO QUE TENGO TE DOY


Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” Hecho 3:6 

 

Cuando tenía como dos semanas de haber recibido a Cristo en mi corazón, tuve una enfermedad en las vías urinarias, la cual, me causaba mucho dolor. Por primera vez, pude orar para que Dios me sanara mi enfermedad y unos minutos más tarde, el dolor desapareció, ¡Dios me sanó!  

 

Estaba tan contento, que le hablé a mi mejor amiga, quien ahora es mi esposa, para comentarle lo que me había pasado y para preguntarle si ella tenía alguna petición a Dios, para que me la hiciera saber y así, orar yo por ella, “porque a mí, Dios sí me contestaba la oración”. Pensaba que lo mío había sido algo especial y no entendía que La Biblia dice: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Salmos 34:15); sin embargo, ¡estaba feliz de compartir algo que yo tenía, y era, mi fe en Dios!  

 

Quiero que veamos en La Palabra de Dios, cómo es que Pedro y Juan compartieron lo que ellos tenían, para sanar a un cojo. 

 

Una frase clave en nuestro versículo de estudio es: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy”; la pregunta que surge es; ¿qué le podría ofrecer Pedro a aquel hombre sin esperanza para que le llenara de satisfacción? Este hombre, cojo de nacimiento, no tenía una idea de lo que estaba a punto de recibir, ni que eso, transformaría toda su vida. 

 

En primer lugar,  PEDRO QUERÍA COMPARTIR CON ÉL SU FE. Pedro creía en el nombre de Jesucristo de Nazaret, y que, en ese Nombre, el cojo de nacimiento podía ser sanado de su discapacidad. ¡Qué hermosa confianza de Pedro en Jesús! y ¡qué comunión de Pedro con el Padre, para conocer Su voluntad!  

 

¡Dios había preparado aquel encuentro divino!, Pedro y Juan habían pasado por aquel lugar muchas veces y sabían de este hombre que tenía fama de estar pidiendo limosnas a la entrada del templo; pero, ese día, sería el escogido por Dios para sanar a este hombre.  

 

No es que Pedro quiso sanarlo y recibió el respaldo de Dios, sino, ¡Dios le comunicó a Pedro que lo sanara y Pedro solamente, obedeció! “Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?” (Hechos 3:12). Queda claro que no fue su “super fe” la que realizó el milagro, sino, solamente obedeció, haciendo lo que Dios le indicaba. Una vez más, se confirma que la fe es creer y actuar sobre La Palabra de Dios; “Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (Hechos 3:16). 

 

La fe se puede compartir y por eso le dijo Pedro a este hombre: “lo que tengo te doy y le compartió su fe que tenía en Cristo”. La fe de Pedro hizo surgir fe en el corazón de ese hombre. 

Aquel encuentro preparado por Dios, tenía el propósito de que la fe de Pedro, se extendiera a este hombre y la fe de este hombre, se extendiera a 5,000 varones que fueron testigos de aquel tremendo milagro de sanidad, Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4).  

 

¡Todos podemos compartir nuestra fe en La Palabra de Dios, eso puede llevar a otras personas a alcanzar su salvación! 

 

En Segundo Lugar, PEDRO COMPARTIÓ A JESUCRISTO CON EL HOMBRE SANADO. El propósito principal de aquel milagro, no era darle la habilidad de caminar al cojo, sino, que se compartiera el mensaje de salvación con muchos, y por supuesto, el primero debió haber sido el cojo; eso le permitió acompañarlos al templo, pues este hombre, feliz por su milagro, no corrió a su casa a contar lo sucedido, sino, ¡entró al templo para alabar y dar gloria a Dios! Una verdadera salvación había llegado a su corazón.  

 

¡Para Dios, es importante sanar, pero, mucho más importante, salvar la vida de una persona! y es para eso que vino nuestro Señor Jesucristo, para salvar a todo aquel que en Él crea. Aquel día, lejos de ser “la hora de la oración”, se convirtió en “la hora de la salvación”; uno fue sanado y 5001 fueron salvados, y a muchos se les compartió el Evangelio, preparándolos para una futura salvación. 

 

¡Cuán importante es estar en buena comunión con Cristo y dejarse guiar por La Palabra de Dios! Pedro compartió lo que tenía, fe, y a Cristo; esto también lo tienes que hacer tú  

 

¿A cuántas personas les has compartido tu fe? y ¿a cuántas personas les has compartido a Cristo?  

 

Cuando obedeces La Palabra de Dios delante de otros, que pueden ser familia, amigos, compañeros de trabajo o hermanos de la iglesia, estás compartiendo tu fe; y cuando les hablas del Evangelio, les estás compartiendo a Cristo. ¡Recuerda que lo más importante no es sanar, sino, salvar! 

 

Creo que muchos pueden decir como Pedro: “No tengo plata ni oro”, pero, ¿cuántos dirán: “Lo que tengo te doy”? acá es donde está el desafío de esta reflexión. 



Pastor Nelson Reynaldo Pérez
Director Gral. Cinco E Internacional

www.cincoe.org




Comentarios

  1. Solamente cuando hemos sido bendecidos por un milagro, comprendemos la Grandeza de Dios y nuestra fe crece. De lo contrario creemos que DIOS se olvido de nosotros...y baja nuestra fe...
    No se porque actuamos asi los hombres...
    Bendiciones...

    ResponderEliminar
  2. Solamente cuando hemos sido bendecidos por un milagro, comprendemos la Grandeza de Dios y nuestra fe crece. De lo contrario creemos que DIOS se olvido de nosotros...y baja nuestra fe...
    No se porque actuamos asi los hombres...
    Bendiciones...

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