LA RECONCILIACIÓN CON DIOS


Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” 2 Corintios 5:18-19 

 

¡El anhelo de Dios para la humanidad es que vivamos en paz y en armonía!; sin embargo, el ser humano está muy lejos de alcanzar estas cosas en su diario vivir. 

 

¿Por qué las enemistades entre naciones, pueblos y personas permanecen a través de los tiempos? Una palabra muy importante que podría ser la clave para la solución de miles de problemas es: “RECONCILIACIÓN”. En la mente de muchas personas ofendidas, la reconciliación es imposible; la no reconciliación del hombre con el hombre es el resultado directo de su condición pecaminosa, que podría tener una solución absoluta si el ser humano se reconciliara con Dios.  

 

¿“Cómo reconciliarme con Dios, si yo no tengo un pleito con Él”?; ¿cómo reconciliarme con Dios si no soy su enemigo”?  

Pues déjame decirte que, si una persona no ha hecho efectivo el sacrificio de Cristo en su vida, es enemigo de Dios y necesita reconciliarse con Él. 

 

I. ENEMIGOS DE DIOS POR NATURALEZA. La Biblia dice que los que hemos creído en Cristo éramos enemigos de Dios, “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su vida” (Romanos 5:10). ¡El ser humano no se hace enemigo de Dios en el transcurso de su vida, sino que nace enemigo de Dios!, ya que ser enemigo de Dios no es porque pecamos, sino porque somos pecadores y nacemos con una naturaleza pecaminosa que constantemente deja evidencias de que somos una humanidad caída y perdida. Debido a esta condición del ser humano, es que el amor de Dios se manifiesta proveyéndonos la solución para que nos reconciliemos con Él. 

 

La definición de reconciliación es: dejar atrás una pelea y un enfrentamiento, retomando una amistad u otro vínculo que se encontraba interrumpido por una desavenencia. Está basada en un verdadero arrepentimiento y un verdadero perdón. 

 

El hecho de que necesitamos la reconciliación, significa que nuestra relación con Dios estaba rota. Puesto que Dios es Santo, nosotros somos los únicos culpables de esa ruptura; nuestro pecado nos alejó de Él.  

 

Se dice que donde hay un conflicto entre dos personas, la responsabilidad se divide entre ellos; sin embargo, eso no es cierto en nuestra relación con Dios, porque Él es Perfecto y Santo, así que, la responsabilidad es 100% nuestra. Cuando una persona se reconcilia con Dios, recibe consecuencias eternas, ya que recibe la salvación, la cual, le libera de la culpa del pecado; además, con la reconciliación inicia un proceso hermoso dentro de nuestro ser, llamado “santificación”; el cual, purifica nuestra alma dándonos poder para vencer el pecado en nuestra vida y apartarnos de la influencia del mundo para no acoplarnos a sus valores, sus creencias y su filosofía; ya que esta es diseñada por el príncipe de este mundo.  

 

Cuando una persona se reconcilia con Dios, también Él le da la esperanza de que su cuerpo será transformado en un cuerpo glorificado en la venida de nuestro Señor Jesucristo. La voluntad de Dios es que, los que se han reconciliado con Él vivan una vida santa y sin mancha delante de Él, “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1: 21-22), para que aquello que era la causa de la enemistad desaparezca de nuestra vida por completo. 

 

II. AMIGOS DE DIOS POR MEDIO DE CRISTO. Nuestro Señor Jesucristo hizo posible nuestra reconciliación, “…Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo…” (2 Corintios 5:19). Aun cuando Él no tenía la culpa de nuestra enemistad, nos buscó y nos ofreció un verdadero perdón por medio de Su gracia y amor, de manera que cuando Cristo murió en la cruz, Él satisfizo el juicio de Dios e hizo posible que los enemigos de Dios encontraran la paz con Él. El Señor Jesucristo, sabiendo esto, les dijo a Sus discípulos: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14), esta es la única manera de estar y andar en armonía con Dios, guardar en nuestro corazón las instrucciones de la Palabra de Dios, ya que Él no puede estar en comunión con los que aman el pecado, “Porque el Señor aborrece al perverso, pero al íntegro le brinda su amistad” (Proverbios 3:32, NIV). El siervo obedece lo que dice su señor porque es su esclavo, pero, el amigo de Jesús le obedece por amor.  

 

¡Gracias Dios por Tu hermosa amistad! 

 

III. NUEVAMENTE ENEMIGOS DE DIOS POR DECISIÓN PERSONAL. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Estaba buscando una manera de explicar de forma amable lo que dice Santiago en este texto, pero no hay forma de disminuir la gravedad o la dureza con la que expresa Santiago las ideas de aquellos que voluntariamente deciden quitar el amor de Dios y poner su corazón en las cosas de este mundo; es decir, aquellas cosas que cautivan nuestros sentidos y nos llevan al pecado nuevamente. El que hace esto no está valorando el sacrificio de Cristo en la cruz; la mundanalidad es la actitud por medio de la cual, algunos creyentes se adaptan a la manera de pensar y actuar de este mundo, donde no hay cabida a la Persona de Jesucristo ni a Su Palabra. 

 

El apóstol Juan nos aconseja con toda sabiduría lo siguiente: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:15-17). 

 

Así que, la invitación para aquellos que están en gran amorío con el mundo es: ¡No améis al mundo, sino a Dios, pues Él te está ofreciendo Su amistad!  

 

¡Busca a Aquel que te salvó la vida y reconcíliate con Él este mismo día! 


Pastor Nelson Reynaldo Pérez 

Director Gral. Cinco E Internacional

www.cincoe.org


 

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