“¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera?” Ezequiel 18:2
Muchas personas son afortunadas porque sus padres les dejaron una herencia con la que resuelven muchos problemas económicos y les permite vivir con comodidades; sin embargo, debido a que sus padres sólo se preocuparon por dejar una herencia física y no espiritual, dejaron a sus hijos desprotegidos de lo más importante, ya que no pensaron en dejar un “seguro espiritual” para toda la eternidad.
¡Debemos de vivir la vida en el presente, pero pensando en lo eterno!
La vida es como una carrera de relevos, que a unos les dan la estafeta con ventaja y a otros no; pero no podemos echarle la culpa al que corrió anteriormente, sino correr nuestro tramo, de tal manera que, les dejemos suficiente ventaja a nuestros hijos para que ellos también corran el tramo que les corresponde con más tranquilidad.
I. LA GRAN HERENCIA QUE PODEMOS DEJAR A NUESTROS HIJOS, ES EL CONOCIMIENTO DE JESÚS COMO SEÑOR Y SALVADOR. Un hombre que había alcanzado las tres “P” del éxito humano (Poder, Prosperidad y Posteridad), se le acercó a Jesús y le dijo: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 18: 18-23). Este era un hombre inteligente; Aun cuando lo tenía todo, supuestamente, sabía que le hacía falta algo en su vida, lo cual consistía en tener paz con Dios y la vida eterna; con esto, da a entender que era un hombre que alcanzaba a discernir su necesidad. Dice La Biblia que este hombre era persona muy importante en su sociedad “Era un hombre principal” (v.18) o sea, tenía una buena posición social. Otra cualidad de este hombre, es que era religioso y bueno; Jesús le dijo “los mandamientos sabes… obedécelos”; él le respondió: “los he guardado desde mi juventud”, pero Jesús le lanzo el desafío que descubriría su verdadero problema, diciéndole: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”, pero él se puso muy triste porque era muy rico, ¡no entendió la segunda invitación de seguir a Jesús!, sino se quedó en la primera, de vender todo y darlo a los pobres pues tenía mucho dinero. ¡El problema era que él amaba más las riquezas que a Dios!
Zaqueo demostró su amor a Dios y no necesariamente tuvo que darlo todo, así que, ¡lo importante es en donde tienes puesto tu corazón!
No les enseñes a tus hijos a ser religiosos; enséñales que asistir a la iglesia regularmente está bien, pero no lo es todo; que dar los diezmos de sus ingresos está bien, pero no lo es todo; ¡enseñémosles a amar a Dios sobre todas las cosas!, no sólo les dejemos la dirección de nuestra iglesia, sino un verdadero amor a Aquel que dio Su vida por nosotros. Enseñémosles a vivir su vida con temor de Dios, a andar en el Espíritu Santo. No cometas el error de heredar a tus hijos una religión, sino una verdadera comunión con Dios; que entiendan que Dios no es una religión, sino una Persona Amorosa con la que podemos interactuar todo el día.
I. PODEMOS HEREDAR A NUESTROS HIJOS VICTORIAS ESPIRITUALES. “Mas por amor a David, Jehová su Dios le dio lámpara en Jerusalén, levantando a su hijo después de él, y sosteniendo a Jerusalén; por cuanto David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo” (1 Reyes 15:4-5). Este texto, nos demuestra cómo Dios bendice y proteja a nuestros hijos cuando nosotros hemos sido fieles a Él y nuestro caminar ha sido agradable a Dios; tal como lo afirma Proverbios 20:7 “Camina en su integridad el justo;
Sus hijos son dichosos después de él”; de manera que nosotros podemos heredar a nuestros hijos victorias espirituales que les permitan a ellos sobrellevar la vida de una forma más fácil, sin llevar las cargas de pecados que ya fueron vencidos, porque con tu ejemplo y tu estilo de vida, les estás heredando victorias.
No les heredes a tus hijos tus complejos, tus traumas, tus derrotas, tus frustraciones, tus quejas, tus malas actitudes, tu mal vocabulario, tu pereza, tus razonamientos pecaminosos, tus patrones violentos; como tú tratas a tu esposa, así el tratará a la suya; como tú respetas a los demás, también él aprenderá a respetar. Enséñales a descubrir sus responsabilidades y no a exigir sus derechos, enséñales a ser justos y no a exigir justicia, enséñales que la injusticia del hombre no obra la justicia de Dios.
¡Todas las victorias que tú has alcanzado en tu vida con el poder de Dios, se las puedes dejar a tus hijos como una hermosa herencia espiritual!
Si eres un joven, puedes atesorar estos principios para estar preparado para formar un hogar que agrada y glorifica a Dios; y si ya eres casado y Dios te ha bendecido con hijos, puedes preguntarte: ¿qué es lo que le estoy heredando a mis hijos?
III. NO ESTAMOS OBLIGADOS A REPETIR LOS MALOS PATRONES DE NUESTROS PADRES. “¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera?” (Ezequiel 18:2). Es probable que tus padres no eran cristianos y lamentablemente lo único que recibiste de herencia espiritual son problemas, tendencias pecaminosas y malos hábitos. Pues hay una buena noticia para ti, porque este refrán muy antiguo dice: “Que los padres se comen las uvas agrias y a los hijos se les destemplaron los dientes”; cuando se decía este refrán, era cuando el pueblo de Israel estaba en el cautiverio y ellos decían que estaban pagando las consecuencias del estilo de vida de sus padres. En otras palabras, la estaban pasando mal por el pecado de sus padres, pero Dios les dice que no es cierto, que cada quien paga por su pecado y que si ellos están allí en cautiverio es porque se lo merecen, Él les dijo: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:20), así que, si tus padres no te heredaron una vida santa, tú puedes iniciar esta hermosa herencia, porque la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, “… Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8) y cuando llegamos a Cristo, Él nos ha abierto una gran oportunidad de hacer una nueva vida y no repetir los malos patrones que heredamos, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
¡Para los que están en Cristo no existen las maldiciones generacionales!, y aunque hayas recibido de tus padres un terreno fértil para que se dé el pecado en tu vida con facilidad, tú has recibido de Jesús la libertad de tener victoria sobre cualquier tendencia pecaminosa en tu vida, y demostrar que eres uno más que ha derrotado al diablo con toda y sus malas obras que había alcanzado en tus antepasados. Lejos de echar la culpa a tus padres por el poco éxito en tu vida, echa mano de la gran herencia espiritual que te ha dado tu Padre Celestial, para iniciar a cosechar grandes victorias por medio de Su gracia y esto llenará tu vida de gran satisfacción.
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” Romanos 8:37.
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