LAVAOS LOS PIES LOS UNOS A LOS OTROS

 

 

Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” Juan 13:14 

 

Una de las actividades que más nos permiten ver la humildad de nuestro Señor Jesucristo, es cuando les lavó los pies a Sus discípulos. Pero, además, en el texto dice que si Él, siendo El Señor y Maestro les lavó los pies; ellos también deberían lavarse los pies los unos a los otros.  

 

¡Esto fue un verdadero desafío para los discípulos!, pero, ¿por qué no vemos en el libro de los Hechos esta práctica entre los discípulos?, ¿será que desobedecieron a esta instrucción del Señor o es que ellos entendieron algo diferente? 

 

¿Qué significa lavar los pies? 

 

Para poder responder esta pregunta, es necesario que sepamos su verdadero significado, para que también nosotros “nos lavemos los pies los unos a los otros”, porque fue una instrucción del Señor Jesús. Por ello, haremos un breve recorrido por La Palabra de Dios, para encontrar los textos que nos den la respuesta de una manera clara. 

 

La primera vez que aparece esta práctica, es cuando Abraham da la bienvenida a tres varones: "Que se traiga ahora un poco de agua y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón…” (Génesis 18:4,5); podemos observar que Abraham asume la responsabilidad de lavar los pies, proveerles de agua, comida y descanso.  

 

Veamos otro pasaje también en Génesis, esta vez, es Lot quien recibe a dos varones (ángeles) “y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos quedaremos esta noche, Mas él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa; y les hizo banquete, y coció panes sin levadura, y comieron” (Génesis 19:2); nuevamente podemos observar en los textos que el lavar los pies, está asociado con dar comida y alojamiento.  

 

Existen más textos, pero veremos uno más que nos da la certeza de lo que significa lavar los pies, “Y el hombre anciano dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza. Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos; y se lavaron los pies, y comieron y bebieron”(Jueces 19: 20-21); este pasaje nos deja ver con claridad lo que significa lavar los pies; es dar la bienvenida a una persona a su casa y que toda su necesidad quede bajo la responsabilidad de la persona que lo hospeda, es decir, la alimentación, alojamiento, bebida y en este caso, hasta le dio de comer a sus asnos. 

 

Normalmente, las personas que lavaban los pies eran los esclavos del señor que invitaba a hospedarse en casa, así que, podemos ver a dos personas actuando en el lavamiento de los pies: una es el que lava los pies y otra es el señor de la casa. En nuestro texto, vemos que Cristo era El Señor, pero también era El Siervo, dando un verdadero ejemplo de humildad a Sus discípulos; la Ley Rabínica decía que los discípulos podían servir a su maestro hasta un límite, y eso era que no deberían lavarle los pies. 

 

Por otro lado, tenemos otros textos bíblicos que nos enseñan otra manera de lavar los pies; “Y Moisés y Aarón y sus hijos lavaban en ella sus manos y sus pies. Cuando entraban en el tabernáculo de reunión, y cuando se acercaban al altar, se lavaban, como Jehová había mandado a Moisés” (Éxodo 40:3l-32). De este pasaje aprendemos que también el lavar los pies era un simbolismo de santidad y limpieza espiritual; y eso es precisamente lo que Jesús le dijo a Pedro; “Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (Juan 13:10) 

 

¡El acto de “lavar los pies” está asociado con humildad y con una limpieza espiritual que necesitamos, debido a la suciedad que adquirimos por andar en este mundo! 

 

Ahora que ya sabemos lo que significa lavar los pies, ¿cómo podemos cumplir con la orden que nos dio nuestro Señor Jesucristo?, Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:14). 

 

Lo primero que tenemos que hacer es lo que hizo Jesús en el versículo 3, donde contesta las tres preguntas principales del existencialismo:  

  1. ¿Quién soy?,  
  2. ¿de dónde vengo? y  
  3. ¿a dónde voy? 

 

¡Jesús es el dueño de todo el universo!, ¡el gran “YO SOY”!, ¡El Rey de reyes y Señor de señores!, ¡El Creador y Dios! y aun siendo Quien Es, sabía que al humillarse delante de Sus discípulos no perdería nada de Su valor o dignidad. La respuesta que nosotros le demos a cada una de estas preguntas define nuestro valor o dignidad, de manera que debemos de eliminar cualquier prejuicio, complejo o creencia que impida que podamos “lavarle los pies” a los demás. 

 

Otra frase clave en el contexto de nuestro versículo es “se quitó su manto”; el manto en La Biblia es un símbolo de autoridad, así se ve cuando Jonatán le da el manto a David y también cuando Elías le deja el manto a Eliseo, entonces acá está el problema, pues hay mucha gente que no se quiere “quitar el manto” para servir a los demás o “lavarle los pies”, ya que creen que van a perder autoridad; piensan que servir les quita el caché; aunque Jesús, después que terminó de lavar los pies se volvió a poner el manto (1 Juan 13:12), dándonos a entender que no se pierde autoridad por servir a los demás, lo que sí se pierde es el orgullo. 

 

“No quitarnos el manto” es desnaturalizar nuestra vocación de servir. Otros creen que mostrar humildad con los demás es mostrar debilidad; pero La Palabra de Dios nos enseña que es honroso, “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad” (Proverbios 15:33). También nos enseña que ser humilde nos permite estar en comunión con Dios y Él dará vida al de espíritu humilde “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15). 

 

El problema es que la autoridad no la usamos para servir, cuidar y ser ejemplo a los demás, sino para tener señorío sobre ellos; respecto a esto, el Señor Jesús le dijo a Pedro: “Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan 13:7) y justamente así fue, en ese momento no lo entendió Pedro, pero cuando leemos: “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 de Pedro 5:3), nos damos cuenta que después, Pedro lo entendió perfectamente. 

 

Si Jesús hubiera actuado como Señor, hubiera dicho: “Mira Juan, búscame un recipiente con agua y tráemelo rápido”; “Pedro, ya que estás cerca de allí, pásame la toalla”; “Bartolomé, cómprate una bolsita de un buen detergente”; y “tú Judas, antes de que te vayas, comienza a lavarles los pies a todos y Yo seré el Primero”. ¡Seguramente, nos hubiera dado una lección de un buen administrador, pero no de una persona humilde!  

 

¡Servir a los demás no hace que perdamos nuestro valor!, porque ¡nuestra autoestima está en Dios y no en las cosas! 

 

Dios nos amonesta a darnos prioridad entre los cristianos para servirnos, “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:10). Servir a los demás, es encontrar maneras prácticas de mostrar a otras personas que les amamos y que nos importan; comienza sirviendo a los tuyos en casa, lava los platos, limpia la casa, riega las plantas, arregla la casa, prepara la comida, lava el carro, ayuda a los pobres y a las viudas, ayuda al huérfano,  aporta a las necesidades de los hermanos, has donaciones, ayuda en el ministerio, ayuda a los ministros, ve a un viaje misionero y sirve a los demás; has un tiempo de oración exclusivo para interceder por otros, toma tiempo para felicitar a los que cumplen años, comparte de Cristo a los que todavía no lo conocen, etc. Estas son sólo algunas ideas que puedes poner en práctica para servir a los demás y de esa manera, humillarte sirviendo con amor. 

 

¿Estarías dispuesto a ayudar a otros “lavándoles los pies” espiritualmente?; ¿enseñándoles a perdonar y amar a los demás?; ¿a superar un prejuicio?, ¿a levantar la autoestima de un hermano?, ¿a enseñarle a hacer su devocional y cualquier otra cosa que le permita crecer espiritualmente y andar en santidad? 

Pastor Nelson Reynaldo Pérez

Director Gral. Cinco E Internacional

www.cincoe.org



 

 

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