LA MUJER ADÚLTERA Y LA MISERICORDIA DE DIOS

 

“…Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” Juan 8:4-5 

 

Desde que Jesús sanó al paralítico en el Estanque de Betesda, en un día de reposo, los principales sacerdotes y fariseos Lo querían matar, pero, no podían hacerlo; entones Jesús procuraba ya no andar abiertamente entre ellos. Sin embargo, los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para arrestar a Jesús (Juan 7:32). Cuando estos regresaron, los principales sacerdotes y fariseos les preguntaron: ¿por qué no le habéis traído?; los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!, así, ellos se dieron a la tarea de buscar ocasión para acusarlo de algo.  

 

En el texto de esta reflexión, analizaremos una de tantas veces que le quisieron poner trampa a Jesús para prenderle; haremos el análisis tomando en cuenta la posición física que Jesús tenía en esta historia. 

 

I.  JESÚS ESTABA SENTADO. “y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba” (Juan 8:1-2). En estos dos versículos, encontramos el contexto en el que se desarrolla esta historia. Jesús venía del Monte de los Olivos, tal parece que El Señor pasó la noche en este Monte; no pensemos que se fue a dormir debajo de un árbol de olivo, o que pasó la noche orando, pues no lo dice el pasaje; pero sí sabemos que Jesús tenía amigos con holgura económica, pues Él solía ir al Monte de los Olivos a orar en un Jardín, y en aquel entonces, tener un jardín como el de Getsemaní, solamente los hombres con suficientes recursos tenían esas propiedades y se las prestaban a Jesús y a sus discípulos.  Esto, es una evidencia que Dios le proveía a Jesús de todos los recursos que necesitaba para desarrollar el ministerio. Jesús estaba sentado enseñando al pueblo, y mientras todos estaban atentos escuchando a Jesús, llegaron los sacerdotes y escribas, como siempre, sin respeto a Jesús pusieron a una mujer en medio y le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.  Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8:4-5). 

 

La trampa consistía en el tipo de respuesta que Jesús podría dar; si decía “déjenla ir,” hubiera parecido que quebrantaba la Ley Mosaica; si decía “ejecútenla por el pecado de adulterio,” entonces Jesús hubiera parecido muy severo, quebrantando La ley Romana, porque los romanos habían quitado a los judíos su derecho de oficialmente ejecutar gente por motivos religiosos. Los fariseos no se preocupaban por la justicia, pues lo justo hubiera sido presentar también al hombre; sin embargo, Jesús sabía que la mujer sólo era un instrumento de los fariseos en contra de Él, así que, no les hacía caso, pues estaba escribiendo en la tierra mientras ellos insistían en recibir de Jesús una respuesta, ¡casi que le rogaban para que respondiera a su pregunta! 

 

II. JESÚS SE PONE EN PIE y les da una respuesta llena de sabiduría: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7).  Jesús dio la respuesta y volvió a escribir en el suelo; nadie sabe qué es lo que escribía en ese momento, pero, lo hacía para mientras ellos digerían la respuesta que les había dado. Ellos, “acusados por su conciencia”, creo que les venía a su mente todos los pecados que habían cometido, incluyendo la trampa que le querían hacer a Jesús para matarlo. Jesús no tuvo que hacer nada más que esperar que su misma conciencia los condenara. Ellos se sintieron derrotados, pues Jesús no sólo les dio una respuesta sabia, sino que, los confrontó con su pecado; pero lejos de arrepentirse, prefirieron abandonar el lugar, derrotados.  

 

¡Nuestra conciencia nos condena!, a veces somos muy rápidos para juzgar a los demás, sin darnos cuenta que nuestros corazones están cargados de pecado y que necesitamos buscar la misericordia de Dios para reconciliarnos con Él. ¡El hombre sabio tiene la capacidad de descubrir su propio pecado antes de juzgar a los demás!  

 

¿Qué te está mostrando tu conciencia que debes de atender en tu vida? 

 

Todos los fariseos se fueron y dejaron sola a la mujer; lo que los fariseos no sabían era que a quien ellos querían sorprender era de quien Job había escrito: “Que prende a los sabios en la astucia de ellos, y frustra los designios de los perversos" (Job 5:13). 

 

III. JESÚS SE VOLVIÓ A PONER DE PIE y le dijo a la mujer: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?  Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:10-11). Lo que Jesús les había dicho a los fariseos, también le había calado a la mujer; su conciencia le había hablado de tal manera, que ella, al verse sola con Jesús, no se justificó ni se comparó con otros peores, sino que estaba convencida de pecado. Jesús, conociendo su corazón arrepentido le dijo: “Vete y no peques más”. ¡Jesús no la condenó!, confirmando Su propósito por el que lo había enviado Su Padre, “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). La respuesta de Jesús, no sólo condenó a los fariseos, sino que salvó a la mujer adúltera; cuando Jesús le dijo “vete y no peques más”, estaba hablando de un verdadero arrepentimiento y cambio de vida; ¡a esta mujer, Jesús le cambio la vida, llegó en tinieblas y se fue en la luz admirable de Dios! 

 

¿Con quién te identificas en esta historia que Dios nos ha dejado en Su Palabra? 

 

¿Te identificas con los fariseos o con la mujer adúltera?  

 

¡El Señor nos quiere rescatar de cualquier pecado que nos tenga atrapados!; ¡Él no quiere condenarnos, sino, rescatarnos de las tinieblas a Su luz admirable! 

Pastor Nelson Reynaldo Pérez

Director Gral. Cinco E Internacional

www.cincoe.org




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