“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” 1 Pedro 2:1-2
La palabra “pues” del versículo que estamos analizando en esta reflexión, nos invita a revisar el tema del cual viene hablando el apóstol Pedro, y en el capítulo anterior, trata sobre que hemos adquirido una nueva vida en Cristo.
¡Dios nos ha dado una nueva vida!, “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23), de manera que, Dios quiere que, por el hecho de haber renacido, debemos de ser diferentes a nuestra vida anterior sin Cristo, la cual, deberíamos de vivir en SANTIDAD.
En el capítulo 2, nos dice cómo debemos de alcanzar este propósito; así que, el apóstol Pedro nos da la clave para vivir en santidad por medio de tres instrucciones: desechando, desead como niños y acercándoos a Él, piedra viva. Veamos cómo implementar estos consejos a nuestra vida, para alcanzar el deseo de Dios para nosotros de vivir una vida en santidad.
I. “DESECHANDO, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones” (1 Pedro 2:1).
La palabra “desechando” quiere decir quitar, como quitar la ropa; esta misma palabra aparece en Romanos 13:12, “La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”. Se refiere a quitar de nosotros toda conducta y hábito que procedían de las tinieblas de nuestra vida pasada, cuando estábamos sin Cristo; se trata de quitar de mi vida actual todos los indicios de mi vida pecaminosa, para reflejar mi nueva naturaleza que proviene de la luz.
También, esta palabra aparece en Efesios 4:22 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”, acá la idea es de despojarse o poner a un lado la ropa vieja y sucia de nuestra antigua naturaleza. Dios nos ha dado una nueva naturaleza; pero, no nos ha quitado la vieja naturaleza, nos corresponde a nosotros despojarnos de ella y Dios nos dará recompensas en función de cuán bien hacemos nuestro trabajo de hacer morir lo terrenal en nuestra vida, dejando las tendencias pecaminosas que están en nuestra concupiscencia. El deseo de Dios para Sus hijos ha sido declarado; ahora, nos corresponde a nosotros identificar estas conductas y aborrecerlas, de tal manera, que nos apartemos de ellas de una vez por todas. ¿Qué tal vas en este proceso de “quitarte la ropa vieja y sucia” por una nueva y reluciente vida espiritual?, ¿eres de los cristianos que se han conformado sólo con la salvación, pero que no han hecho gran cosa para consagrar su vida a Cristo?
II. “DESEAD, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1 Pedro 2:2-3). Una vez hemos decidido vivir una vida conforme al llamado de Dios en santidad, lo que tenemos que hacer, es ir a la Palabra de Dios, y decirle a Él: “Muy bien Señor, renuncio a mi vida pasada y ahora deseo saber ¿cuál es Tu voluntad para mi vida?; ¿cómo es que Tú quieres que yo viva? Es acá cuando debemos desear la Palabra de Dios como niños recién nacidos, como nuestro único alimento; Ella es la que te dirá lo que tienes que hacer. Es en La Biblia donde encontrarás el consejo de Dios para tu vida, pero dice el apóstol Pedro que debemos desearla; ¿realmente deseas conocer La Biblia?, ¿deseas conocer la voluntad de Dios para tu vida?, o ¿qué es lo que desea tu corazón? A lo mejor, lo que tienes que hacer es pedir perdón a Dios porque no has estado deseando Su Palabra y tampoco la estás leyendo; esto ha sido tu estilo de vida por años, y ahora el Señor ha hablado a tu corazón y le quieres decir: “Señor, quisiera anhelar tu Palabra, guardarla en mi corazón y volver a crecer en mi vida espiritual”, “quiero tener un avivamiento espiritual y volver a disfrutar el tener una buena comunión contigo”.
III. “ACERCÁNDOOS a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:4-5). En estos versículos vamos a resaltar tres palabras que nos definen el mensaje del texto:
¡Jesucristo es la piedra viva!, o sea, el único que puede dar vida espiritual. ¡Cristo es el único fundamento!, “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11). ¡Él es el único que puso Su vida en la cruz para darnos la salvación!; el apóstol Pedro nos está pidiendo que nos acerquemos a Él, que estemos en comunión con El Dador de la Vida.
Los cristianos somos a la vez el templo espiritual y los sacerdotes del templo; hay dos palabras en griego que se refieren a templo: “hieron”, que es el lugar sagrado, todo el edificio, inclusive los patios donde se efectuaba el sacrificio; la segunda palabra es “naos”, la morada de Dios, es el Lugar Santísimo, todos los creyentes somos ahora la morada de Dios y llevamos el nombre de “naos” y no “hieron”; así que siendo nosotros el lugar santísimo y siendo también sacerdotes, ahora debemos de ofrecer en nuestro lugar santísimo, sacrificios espirituales aceptables a Dios.
Sacrificios espirituales: cuando el apóstol Pedro menciona sacrificios espirituales, nos está desafiando a mostrar evidencias de un verdadero arrepentimiento, es decir, que la obediencia a La Palabra de Dios produce cambios; mostrar los cambios de un arrepentimiento verdadero, es un sacrificio espiritual de morir a uno mismo, negarse y hacer lo que dice La Palabra de Dios; estamos hablando de hacer a un lado nuestras emociones y deseos carnales, para hacer la voluntad de Dios. Algunos ejemplos podrían ser: amar a nuestros enemigos, hacer bien a los que nos hacen mal, bendecir a los que nos maldicen, abstenernos de los deseos pecaminosos, humillarnos; estos son verdaderos sacrificios, pues nuestra naturaleza humana no los quiere hacer, pero nuestra nueva naturaleza espiritual tiene que imponerse, y es acá donde nuestra vida realmente cambia, dejando a un lado nuestro parecer o anhelo, y aunque sea difícil y nos cause dolor, esa es la clase de sacrificios que Dios está esperando de nosotros. Hacer sacrificios espirituales es actuar en contra de nuestra naturaleza pecaminosa, negando nuestros deseos carnales, dejando que El Espíritu Santo controle nuestra vida.
¡Ya eres la morada de Dios!, ¡ya eres sacerdote de Dios!; ¿qué tan dispuesto estás a ofrecer sacrificios espirituales agradables a Él?
En esta reflexión, hemos aprendido que la voluntad de Dios es que vivamos una vida santa y Él nos ha dicho cómo proceder.
¿Estás listo para aceptar el desafío y despojarte de tu vieja naturaleza?, espero que sí y que te unas a muchos que hemos aceptado el desafío de hacer sacrificios espirituales agradables a Dios.
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